Casa Tomada

Rafael Gomezbarros

Por: Julia Kantelberg

Se arrastran por centenares sobre edificios públicos y otras construcciones. Las hormigas del artista colombiano Rafael Gomezbarros ya han visitado muchos lugares del mundo. Allá donde van, dejan una profunda impresión en los espectadores. La obra es un ejemplo del modo en que los artistas contemporáneos utilizan los insectos como medio de significado simbólico. En este caso no por un motivo ecológico, sino para representar y dar sentido a temas de urgencia social como la migración.

Migración

La instalación Casa Tomada consta de cientos de hormigas de casi un metro de largo, todas ellas hechas a mano por el artista. El título de la obra hace referencia al cuento homónimo del escritor argentino Julio Cortázar de 1946. En esta historia alegórica, una casa es tomada lentamente por entidades desconocidas para el lector, lo que obliga a sus habitantes a huir de la casa. Con su instalación artística Casa Tomada, Gomezbarros se centra en la migración y el desplazamiento forzoso de personas. Las hormigas se instalan a veces en paredes interiores, pero la mayoría están pegadas a las fachadas de los edificios, lo que hace que parezca que se apoderan de ellos de forma orgánica. Las hormigas representan a personas que se han visto obligadas a emigrar debido a disturbios políticos o, según una interpretación más reciente, al cambio climático. Al artista le fascina el papel que desempeña el ser humano en la creación y destrucción de su propio entorno y el de los demás. Con Casa Tomada, Gomezbarros pretende dar voz a aquellos cuya voz no suele oírse.

  Gomezbarros creó la obra como reacción a la guerra civil en Colombia. Muchas personas se han visto afectadas por ella y millones de colombianos se han visto obligados a abandonar sus hogares. La instalación se expuso en varios lugares de Colombia a partir de 2008, incluido el Capitolio Nacional de Colombia, sede del Parlamento en Bogotá [1]. Desde entonces, Casa Tomada se ha expuesto en diversos países y contextos (políticos), por lo que ha ido adquiriendo nuevas capas de significado con el paso del tiempo. El núcleo de la obra, sin embargo, es siempre la migración.

Las hormigas como símbolo

Las hormigas simbolizan a personas trabajadoras que se ven obligadas a adaptarse a sus circunstancias y a menudo deben abandonar sus hogares. Esta obra no trata de la hormiga como especie animal, sino de la hormiga como portadora de cualidades como la industria, el trabajo duro, la cooperación y la resistencia. Las hormigas también representan el «desplazamiento», ya que estos insectos parecen estar en constante movimiento. Además de estas características más evidentes, la capacidad de las hormigas para levantar muchas veces su propio peso simboliza las pesadas cargas que soportan las personas cuando se ven obligadas a dejar atrás el hogar y el hogar. Los elementos con los que están construidas las hormigas de Gomezbarros también tienen un significado [2]. El cuerpo de cada hormiga está formado por dos moldes de cráneos humanos, cubiertos de arena procedente de diversas partes de Colombia. Los moldes están unidos por tiras de algodón de camisetas que suelen llevar los campesinos colombianos, un grupo demográfico gravemente afectado por los conflictos del país. Las patas de las hormigas están hechas de ramas del aromático árbol del jazmín, con las que se cubrían los cuerpos de las víctimas durante la guerra para enmascarar su olor.

Gomezbarros utiliza así las hormigas como metáfora y se une así a una larga tradición de uso simbólico de los animales, que en Europa se remonta a la Antigüedad y la Edad Media. Mientras que serpientes, sapos, lagartos, moscas y gusanos se utilizaban como símbolos del mal, el Diablo, la muerte y pecados como la lujuria y la gula, las hormigas se contaban entre las pocas criaturas reptantes asociadas a un mensaje positivo. En el libro bíblico de los Proverbios, los ociosos recibían la siguiente admonición: «Acércate a la hormiga, perezoso; considera sus caminos y sé sabio». La ética del trabajo y la sabiduría de estos animales «humildes» se señalan al holgazán como modelo. Estas laboriosas criaturas se consideraban sabias porque recogen alimentos con mucha antelación al invierno y, por tanto, anticipan el futuro. En los últimos bestiarios medievales (una categoría de manuscritos en los que se utilizan animales para impartir una lección moral o religiosa al lector), el modo en que las hormigas trabajan juntas por el bienestar general del grupo se presenta como una lección para que los humanos actúen, como las hormigas, con sensatez y unidad [3].

Estas interpretaciones positivas de la hormiga son extraordinariamente universales. En la mayoría de las culturas se alaba a la hormiga por su resistencia, su talento organizativo, su previsión y su altruismo. Por ejemplo, en la mitología del pueblo nativo americano Hopi, en la que la historia de la creación de la Tierra incluye varios mundos, los humanos encuentran refugio durante la destrucción del Primer Mundo subterráneo entre el pueblo de las hormigas, que acogen a los Hopi y comparten con ellos sus reservas de alimentos. En la década de 1990, en México, una de las organizaciones que defienden los derechos de los pueblos indígenas se autodenominó Xi’ Nich’, que significa hormiga en la lengua maya ch’ol. Uno de los miembros de la organización explicó: «El hormiguero parece pequeño en la superficie, pero hay muchos más debajo. Si lo comparamos con nuestras protestas, al principio había pocas hormigas, en la segunda unas cuantas más, pero cuando el gobierno aplastó el hormiguero, salieron todas’.

Dualismo

En la obra de Gomezbarros siempre hay un cierto dualismo, a menudo con una fina línea entre asociaciones negativas y positivas. El artista ve la mente humana como un contenedor de pensamientos positivos y negativos que coexisten. En su opinión, este dualismo también se aplica a la migración. En muchos casos, verse obligado a abandonar el propio hogar es causa de gran tristeza, pero un nuevo país también puede aportar bellas experiencias y nuevas oportunidades. Este dualismo también está presente en las intervenciones de sus colonias de hormigas en edificios: no está claro si las hormigas son intrusas o desplazadas. La interpretación queda en manos del espectador.

Gomezbarros pretende comunicar su mensaje de forma positiva y personal y le gusta que se produzca una interacción entre el público y su instalación [4]. Durante una exposición de Casa Tomada, por ejemplo, organiza regularmente talleres en los que fabrica hormigas con niños. Esto lleva naturalmente a conversaciones sobre la migración. Para algunos de los niños, que la han experimentado ellos mismos, estas conversaciones pueden tener un efecto curativo; para otros niños, las conversaciones contribuyen a que tomen conciencia de lo que significa la migración. Los niños montan una nueva instalación con las hormigas que han fabricado. A veces esto provoca sentimientos encontrados: dejan atrás «su» hormiga pero contribuyen a la obra de arte común.

Iconos

A través de sus impresionantes corrientes de hormigas, Gomezbarros crea un espacio para el diálogo y la reflexión sobre la migración y el desplazamiento forzoso. Sus hormigas parecen amistosas, pero son lo bastante poderosas como para conmover y perturbar al espectador. La fuerza visual de las hormigas es crucial para el artista. Está convencido de que las imágenes fuertes tienen la capacidad de «abrir» la mentalidad del espectador a diferentes formas de pensar. Con sus hormigas, Gomezbarros espera haber creado una imagen icónica de la migración. Como tales, estas criaturas reptantes encarnan un gran significado, ya que se arrastran por centenares sobre las paredes del Rijksmuseum y parecen apoderarse del edificio.